viernes, 6 de mayo de 2016

Así nace una leyenda

Cuentan los ancianos del lugar, a los que a la vez se lo contaron sus ancianos, y a ellos los suyos, hasta remontarnos al principio de los tiempos, que cuando la tierra estaba en plena formación, hubo un choque tremendo de dos placas, que hizo que los mares inundaran tierras, y la tierra se replegara formando montañas. Siglos después hubo una terrible temporada de lluvias, que empapó las montañas y valles, y formó un caprichoso río. Ese río iba aprovechando esa pequeña unión que quedó de aquel choque primitivo,  y cuanto más horadaba en la unión, más caprichoso se volvía, dándose la vuelta, haciendo curvas y escarbando más y más. Como el río era agua, y el agua es vida, un pequeño dragón que nadie sabe cómo llegó a ese río, se quedó enamorado de esos antojos y esas paredes de piedra, tanto, que decidió quedarse a vivir allí para siempre.
Cuentan los ancianos del lugar, a los que a la vez, dicen que se lo contaron sus ancianos, y a estos los suyos, que aquel dragón nunca envejecía, nunca enfermaba, y rara vez se dejaba ver. Si acaso, alguna vez dejaba una pequeña escama plateada, que parecía una flor, en esas paredes que enmarcaban a su río. Esa era la única certeza que tenían los hombres de la existencia del dragón.
Hoy en día, cuando vamos navegando en ese cañón, si tenemos mucha suerte, tal vez veamos allí esa escama, o veamos al Dragón de las Arribes, si somos merecedores de ello, pero hasta entonces, sigamos este cuento…"

Pau Glez

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